domingo, 31 de enero de 2010

Una Mujer y Tres Nobeles


Algunos amigos, académicos y periodistas, me han solicitado que escriba sobre Elinor Ostrom y su teoría de la gobernanza de los bienes comunales.

Ostrom gano en 2009 el premio Nobel de Economía, pero diez años antes ya el Fondo de Cultura Económica, y la UNAM; habían publicado su libro “El Gobierno de Los Bienes Comunes. La Evolución de las Instituciones de Acción Colectiva”

Entonces, subo a hurgar en mis libreros, y me traigo el citado texto, y un par más de John Nash y de Douglass North. Digo, si me piden inaugurar la sección de complacencias, pues tengo derecho a interpretar la melodía completa.

Iniciaban los años noventa, el tema en México era el TLC-NAFTA. Detractores y porristas esgrimían sus argumentos. En las matriculas universitarias abundaban los aspirantes a licenciados en comercio exterior, en aduanas, y en relaciones internacionales.

Todo lo que tuviera el barniz de libre comercio, de competitividad, de globalización, encandilaba la vista, aturdía el tímpano, y engolaba la voz. Ponencias y congresos a granel, donde el verbo COMPETIR, proliferaba; aburría, nietzscheano, en un eterno retorno.

Pero nos equivocamos, a mi juicio pecamos de omisión, o de cortedad de miras. La Comunidad Económica Europea nos demostró que para la conformación de bloques geoeconómicos, el verbo correcto no es competir, sino cooperar. Hoy seguimos atorados con el paradigma de la competencia, y hemos dedicado poco tiempo a desarrollar el paradigma de la cooperación.

Y es aquí donde llamo a escena a John Nash. El economista más famoso del mundo (Hollywood le hizo su película: Una Mente Brillante, estelarizada por Rusell Crowe).

Nash demostró mediante matemáticas de teoría de juegos, que existen equilibrios suboptimos, es decir situaciones en las cuales si se compite, se obtienen menores beneficios totales que cuando se coopera.

Ahhh, pero ya en situaciones de mayor complejidad social, el punto es que las partes, para cooperar requieren un marco cultural y/o institucional donde exista confianza, compromisos, derechos, obligaciones, reglas, e incentivos.

Es aquí donde hace triunfal entrada Douglass North, impulsor de la corriente económica del Neo-Institucionalismo, donde se afirma que las instituciones, su estructura, y su funcionamiento, son la clave para conseguir los arreglos sociales y políticos que conducen al desarrollo económico.

(A propósito: para los admiradores de Denise Dresser, no se molesten si les digo que sus aplaudidos discursos básicamente son Neo-Institucionalismo para principiantes).

Pero, ¿Qué pasa con los bienes comunes? Aquellos bienes, (agua, bosques, tierras, derechos mineros o pesqueros) que son indivisos por naturaleza o por conveniencia; y cuya explotación, propiedad y gestión pertenece a una comunidad.

¿Están condenados a la tragedia de los bienes comunes? (Cuando algo “es de todos en general y de nadie en particular” se produce un incentivo para que individualmente se maximice la explotación conduciendo a la extinción acelerada del bien común). ¿Deben los bienes comunales necesariamente ser privatizados o estatizados para optimizar su uso y asegurar su sustentabilidad?

Elinor Ostrom demostró que no. Mediante el estudio sistemático y la evidencia empírica arrojada por más de 1500 casos reales, (exitosos y fracasados), de propiedad y gestión de bienes comunales en diversos países, extrajo los principios teóricos, es decir las reglas mínimas de gobernanza que requieren las asociaciones o instituciones de propiedad colectiva para asegurar el éxito sustentable en la gestión de bienes comunales.

Ostrom resolvió pues, esa tendencia que los bienes comunales tienen hacia los equilibrios suboptimos (Nash), revelando la estructura institucional (North) apropiada para su gestión sustentable. Por eso gano el premio Nobel. Nada mas y nada menos.

Para terminar, convendría que en los debates respecto a la utilización, explotación y sustentabilidad de los recursos naturales, trascendiéramos de una buena vez ese enfoque limitadamente “ecologista” donde con índices moralistas y criterios bucólicos únicamente se señalan responsables mediante una estridencia cada vez mayor.

La experiencia mundial nos dice que el uso sustentable de los recursos naturales no es un tema que se resuelve propalando culpas ecológicas. Es un tema multifacético, de estructuras, de instituciones, de acuerdos, y de incentivos; sociales, políticos, y económicos.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 31 de Enero de 2010)

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