domingo, 28 de febrero de 2010

Cerebros minimalistas


“He decidido evitar en lo posible, conversar con personas que son perezosas para pensar”

Me dijo bromeando, pero si confiándome cierta desesperación, un querido amigo. Y no. No se trata de un tipo excéntrico, fanático, o antisocial, Es un hombre benévolo y empático. “Inteligente emocional” diría Daniel Goleman. Con credenciales académicas y profesionales que pasan cualquier aduana.

Por carencias formativas derivadas de una desventaja física o socioeconómica se comprende que alguien presente dificultades para razonar. Pero es injustificable cuando resulta de la elección consciente, de la comodina omisión, de la flojera.

Infortunadamente, siempre será más cómodo apoltronarse frente a una pantalla, ser consumidor pasivo de basura mediática, vivir de opiniones prestadas, esgrimir intensa especialización para justificar escasa cultura general, hablar de oídas, fayuquear ideas, disfrazarse de sabio presumiendo escepticismos, o argumentar ante fenómenos complejos con frases sacadas de algún librejo de “autoayuda y superación”.

Es la trampa del mínimo esfuerzo intelectual, que banaliza, que atrasa, que impide la genuina comunicación interpersonal.

En lo personal no me amarga, cada quien su vida… pero como parte de un colectivo sí me inquieta, pues las sociedades ignorantes, los países intelectualmente deficitarios, difícilmente resuelven sus problemas y alcanzan el desarrollo.

Aquí siete sencillas viñetas sobre fallas comunes en un razonamiento perezoso:

1.- La Coca-Cola emborracha, o pensar que la característica visiblemente constante es necesariamente la causa común. Sí embriaga tomar ron con coca, después brandy con coca, y luego tequila con coca; aun así no podría pensarse que dicho refresco es el causante.

2.- El cerdito de los tamales navideños, o pensar que si durante un periodo largo de tiempo cualquier evento se ha mantenido constante, la probabilidad de que siga invariable es creciente. El cerdito al que se le da de comer todos los días confirma su creencia de que la regla general de la vida es que lo alimenten gratis, sin embargo conforme se acerca la cena navideña la probabilidad de que esto seguirá sucediendo tiende a cero.

3.- Mi gran noche de casino, o la falacia lúdica de pensar que dichos juegos son “juegos de azar”, cuando el azar no tiene nada que ver con las reglas de operación de un casino, que están hechas para que la certeza matemática de salir desplumado sea siempre altísima.

4.- Not Guilty, pero tampoco inocente, o pensar que la ausencia de pruebas que confirman culpabilidad, son por sí mismas, pruebas que aseguran inocencia. (Un ejemplo para el gozo de los hipocondriacos: la ausencia de evidencia de enfermedad en un examen médico, no significa evidencia de salud del paciente)

5.- Los regalos provocan la navidad, o pensar que en toda situación, el efecto se presenta después que la causa.

6.- Comprender a Osama Bin Laden, o pensar que explicar, comprender, justificar, y compartir, son sinónimos. Precisamente porque no compartimos ni justificamos el terrorismo, es necesario explicárnoslo y comprenderlo, para poder contrarrestarlo.

7.- Descartar falazmente lo necesario, para pontificar sobre la imposibilidad de alcanzar lo suficiente. “No planeo algún presupuesto personal porque no tengo capacidad financiera”. Cuando ineludiblemente, planear lo necesario es condicionante para ejecutar lo suficiente.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 28 de Febrero 2010)

No hay comentarios: