lunes, 13 de diciembre de 2010

Puedo explicarlo todo


Vargas Llosa no fue. Tampoco Fuentes, ni García Márquez, ni José Emilio.

Por su parte, Saramago, Monsiváis, Dehesa, Montemayor, y Tomás Eloy Martínez, debutaron este año ya en otros foros literarios.

La FIL Guadalajara esta mudando de piel, digamos que transita por una especie de relevo generacional, con estrellas incipientes. Elmer Mendoza (La prueba del ácido), Carlos Velázquez, (La marrana negra de la literatura rosa) y Xavier Velasco.

Edgar Salinas opina de Velasco: “Xavier será uno de los cronistas favoritos del DF que ya no conocerá Monsiváis... Y lo hará sin rodeos, salvo el propio de la ficción y el estilo metrosexual de su vocación”

Velasco ganó en 2003 el Premio Alfaguara con “Diablo Guardián”, y coincido con Edgar… Xavier, me parece, sería uno de les enfants terribles en la nueva generación de escritores mexicanos.

Auto adjetivado como antronauta, fugitivo de jaulas laborales, fetichista de la palabra, amante a la ambigua, y gurú en las ciencias del autoperjuicio; durante la FIL encargó a un muñeco de ventrílocuo la presentación de su novela “Puedo explicarlo todo”.

El nuevo libro promete, ayer lo compré en Gandhi, y absorbe desde el primer párrafo: “La pena y el cansancio también tienen límites. Uno recobra el ánimo al poco de temerse que no resiste más. Tocar fondo es también una forma de rebotar. Enterarse que en lo hondo del agujero también soplan de pronto nuevos aires… ¿Quién sabe si la muerte no es un segundo aire?”

Pero mi favorito es “Luna llena en las rocas” un libro que Tiene que ver con la buena vida que ronda en esos sitios nocturnos de mala muerte, donde el placer suele hacer trizas el deber; la huella literaria de un morbo con licencia, prisa, y causa; la persecución romántica del peligro, la congestión de elíxires, la conjura de lunas, la lujuriante oferta de saltar al vacío y entender cada oficio, vicio y maléficio con azoro infantil y premura adolescente. Esos, los ingredientes básicos de la aventura

Sí, “Luna llena en las rocas” es la crónica, la descripción erudita de los lugares emblemáticos, los imperdibles de una época en la vida nocturna de la ciudad de México, (Esa línea narrativa que en La Laguna inauguró Jaime Muñoz Vargas con sus clásicos Leyenda Morgan, y Parábola del Moribundo)

El Sarao, lugar que conserva el aire de aquellas residencias modernistas que rendían culto a los Bee Gees y a Barry White. El Riviere, santuario de ojerosos impenitentes, antrazo para aquellos que a las 5am deciden levantarse en armas contra la irrupción del alba.

El Club Quetzal, aquella disco en Reforma, la versión chilanga del neoyorquino Studio 54, donde entrar era redimir complejos de naquez o de intrascendencia social.

El Caballo Negro del Fiesta Americana, El Premier, El Prestige, El Patio, El Molino Rojo, Mocambo. Los Piano-Bar donde se venera la imagen de Agustín Lara y del maese Manzanero. El King Kong y el Bombay. Los bares de “Sangron´s” donde el cheque fresco de la burocracia salarial regresa, ineludiblemente, a Slim.

El Liverpool Pub, donde Los Bicles, un cuarteto llegado desde La Roma y La Condesa ya nos advertía que La vida es eso que sucede mientras se planea otra cosa.

Un abrazo Xavier.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 12 de Diciembre de 2010)

1 comentario:

Psicoterapia.psicoanalitica dijo...

los comentarios críticos en torno al mundo de las finanzas, economìa y el mundo corporativo quedarían sesgados sin una visión literaria de la vida.

saludos, estimado Nous!