domingo, 21 de noviembre de 2010

Volver al primer amor


Los libros hablan, y no me refiero únicamente a los llamados audio-libros. Me explico: Estoy frente a la lap-top, de noche, mi silla, la mesa de trabajo, un café con canela, los cigarros. Ya empezó el frio en La Comarca Lagunera, y he sacado las que suelo llamar “camisas de leñador”, esas a cuadros y de gruesa franela. Así, decido cual tema escribir hoy para mi columna dominical en La Opinión-Milenio.

Subo a mis libreros; y como si alguien me llamara volteo a mirar las repisas más altas, ahí donde mantengo los clásicos de finanzas, este mi primer amor.

Agarro “Finanzas Corporativas” de Ross, Westerfiel, y Jaffe; “Principios de Inversiones” de Bodie, Kane, y Marcus; y “Las Finanzas en Las Empresas Multinacionales” de Eitman, Stonehill, y Moffett.

Los tres libros suman 2,489 páginas, y sí, están plagadas de números, tablas, y formulas. Pero ruego al lector no especialista seguir leyendo. Ofrezco aquí sintetizar algunos conceptos directos y útiles que estos libros nos enseñan.

Tener créditos puede ser conveniente o puede resultar desastroso. Básicamente depende de cuatro cosas: La deuda es buena cuando su destino sea un activo productivo, que producirá con toda seguridad más dinero que el importe y el costo de la deuda.

Es buena cuando la periodicidad en los flujos de dinero producidos por este activo es más ágil que la periodicidad en las obligaciones de pago. Es buena cuando el activo es susceptible de ganar plusvalía con el tiempo, y por el contrario, la deuda principal es susceptible de disminuir por efectos de la inflación. También es buena si el costo de los intereses es fijo, o menos susceptible de aumentar ante desordenes económicos, esto comparativamente con el aumento en los rendimientos del activo.

Nunca es bueno para un negocio pedir prestado para fiar sus productos, a menos de que la institución prestamista asuma el riesgo de impago de los clientes, o que el margen de ganancia neta sea tan amplio que pueda soportar un porcentaje de clientes morosos. Tampoco es recomendable pedir financiamiento en divisas extranjeras si el negocio no las genera.

Aun cuando siempre es conveniente para un negocio tener dinero en caja y bancos, tenerlo en exceso significa estar dejando de ganarlo, porque si alguien tiene un buen negocio, ¿Qué sentido tiene colocar los excedentes prestándolos con menor rentabilidad a un banco?

No hay ninguna inversión que otorgue ganancias seguras. Existen inversiones bancarias llamadas de “renta fija” que seguramente otorgan un interés previamente pactado, pero esta tasa de interés puede resultar menor que la inflación, por lo cual la ganancia tampoco es segura.

Muchos de los que invierten en valores de los llamados mercados de renta variable, como acciones y divisas, afirman que no ganan por vender caro, sino por comprar barato. Entran a comprar al mercado cuando la mayoría está vendiendo (por ejemplo cuando la bolsa cae, o el dólar “esta barato”) y venden cuando las mayorías enfebrecidas vuelven a comprar y los precios están en aumento. Para ellos, ganar es solo cuestión de tiempo.

Una cosa más. En Excel todos los negocios se ven perfectos. No haga tanto caso a las llamadas “corridas financieras” los números son solo supuestos, basados en premisas que debemos siempre cuestionarnos al límite.

En mi experiencia, ningún financiero confiable suele hablar con números o con formulas apantalladoras, por el contrario, habla con claridad y con sentido común. Nunca resulta conveniente invertir en algo que no puede ser explicado con sencillez.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 14 de Noviembre de 2010)

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