domingo, 20 de junio de 2010

Dogmas y falacias


"Pensar es el trabajo más difícil que existe, quizás sea ésta la razón por la que hay tan pocas personas que lo practican"

La frase es de Henry Ford, y estoy en desacuerdo con ella.

Pensar no es difícil. Pero no hacerlo siempre resultará cómodo. Nuestro cerebro está diseñado para reconocer patrones y elaborar rutinas. Así logramos ponernos los calcetines, o incluso conducir, “sin pensar”. No obstante, los nuevos desafíos exigen nuevas reflexiones, más allá de dogmas y de falacias.

Para empezar conviene ya quitarnos el chip binario. Ese que nos remite a clasificar automáticamente todo en bueno o malo. El mundo no es una telenovela de pobres contra millonetas; patriotas contra vende patrias, legítimos contra espurios, y fumadores obsesivos contra ambientalistas compulsivos.

Una falacia es el reduccionismo: Algo que funciona junto nunca podría entenderse por separado.

Otra es la llamada falacia de la composición. Pensar que lo que es cierto para una parte es cierto para el todo; y viceversa, lo que es cierto para el todo es cierto para las partes. Baste un ejemplo. Piense usted en la afirmación La velocidad mata, y su implicación: Ir despacio salva vidas.

Eso es cierto únicamente si todo el tráfico en alguna calle se desplaza a menor velocidad. Pero totalmente falso cuando alguien en plena avenida Constitución en Monterrey conduce a 30 kilómetros por hora.

Otra. La falacia post hoc. El error al razonar que un suceso es consecuencia de otro, simplemente porque ocurrió después. Suponga un marciano que observa la fiebre de compras decembrina. Después, ya en la Nochebuena observa también personas intercambiando regalos. Para el extraterrestre, las compras causaron la navidad.

¿Más falacias? Aquí algunas:

1.- Afirmar que todo intercambio social puede y debe entenderse como un intercambio de mercado.

2.- Creer que invariablemente los individuos están movidos por intereses propios y propensos a aprovecharse de los esfuerzos de otros.

3.- Pensar que la competencia es el estado natural, e incluso el más deseable en las relaciones empresariales, porque siempre incentiva la productividad.

4.- Creer que los problemas socio-políticos pueden resolverse a nivel personal, porque las instituciones son simples agregados de preferencias y capacidades individuales.

5.- Pensar que democracia y transparencia siendo indispensables, serán suficientes. La democracia no quita el hambre, y la transparencia puede derivar en cinismo.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 13 de Junio de 2010)

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