domingo, 20 de junio de 2010

Abogados y anuméricos


Sala de Jurados se llama el libro. Lo leí hará unos 20 años, y creo que lo preste a sabiendas de que lo perdería.

Quentin Reynolds, escritor y abogado penalista de formación; narra magistralmente los detalles jurídicos que dentro de esta novela, hacen que su personaje, el también penalista Samuel S. Leibowitz gane para sus defendidos, juicios por demás complejos. Reynolds fue mi primera aproximación a la novela sobre temas legales.

Me acorde de este libro porque ahora que vacacioné con mi familia, volví a leer La Hermandad, un libro también de abogados escrito por John Grisham, el autor de mayor venta en el género del thriller jurídico. Varios de sus libros fueron ya hechos películas protagonizadas por divas de Hollywood. Seguramente el lector recuerda “El Informe Pelicano” con Julia Roberts, “El Cliente” con Susan Sarandon, o “La Jurado” con Demi Moore.

La Hermandad tiene como trama central la vida de tres ex jueces federales estadounidenses, convictos por diferentes delitos. En la cárcel montan una especie de corte donde de manera informal resuelven disputas menores entre los presos.

Simultáneamente, extorsionan mediante cartas comprometedoras enviadas a hombres prominentes que llevan una doble vida, y por ello son atraídos con el señuelo de iniciar relaciones sentimentales con un joven gay injustamente condenado, quien muy próximo a ser liberado, pasa el tiempo esculpiendo su cuerpo en el gimnasio al aire libre de la prisión.

Si bien la trama central se antoja hoy premoderna, la trama secundaria no ha perdido actualidad. La candidatura presidencial de un maduro Senador soltero, que con la promesa de duplicar los gastos militares durante su administración, asegura la financiación de su campaña política con el multimillonario patrocinio de las poderosas corporaciones proveedoras del Pentágono.

Regreso a casa y poniéndome ya “serio” en mis lecturas, inicio con “El Hombre Anumérico, analfabetismo matemático y sus consecuencias” de John Allen Paulos. Un doctor en matemáticas avanzadas que tiene la virtud de escribir libros sobre matemática económica que podría leer con gusto hasta un poeta.

(Por cierto, del mismo autor recomiendo el libro “Un matemático invierte en la Bolsa”, pues derriba varios mitos geniales de las finanzas bursátiles, mitos que incluso son perpetuados por algunas escuelas de negocios)

Allen Paulos sostiene que la mayoría de las personas no dimensionamos los grandes números, no sabemos la diferencia entre probabilidad y coincidencia, o entre sesgo y tendencia, o entre media, moda, y mediana.

En fin, que somos anuméricos. (Eso me hizo pensar que hoy es día del sorteo para anuméricos empedernidos: El Melate, con más de 500 millones como premio, pero con la ínfima probabilidad de ganar de una entre dieciocho millones)

Así pues, hablando de grandes números, de candidatos presidenciales proclives al gasto armamentista, y de erogaciones gubernamentales excesivas; el presupuesto estadounidense 2010 para gastos militares y de defensa es de un millón de millones de dólares. Es decir, un billón de dólares.

¿Cuánto es un billón de dólares? Es mucho, muchísimo dinero. Imagine usted que gastando un dólar cada segundo tardaría aproximadamente 25 mil años para quedarse en ceros.

No es de extrañar entonces, que la capacidad destructiva de las armas contenidas en un solo submarino nuclear estadounidense sea igual a la suma total del poder explosivo empleado durante toda la segunda guerra mundial.

Mas allá del miedo a las matemáticas que el sistema educativo mexicano ha inoculado en generaciones enteras, estos si son números que aterrorizan.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 20 de Junio de 2010)

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