martes, 6 de julio de 2010

El Mundial según San Mateo


“Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.”

Mateo. Cap. 25 Vers. 25-30


Se le ha llamado “El efecto Mateo”. Y es un término utilizado frecuentemente en sicología, sociología, educación, y deportes.

Hace alusión a que los aprendizajes tempranos y los éxitos iniciales, generalmente dan lugar a posteriores logros que incrementan consistentemente la brecha entre quienes ganan y quienes pierden.

Tocado por el ambiente futbolero, navego por las estadísticas de los 19 mundiales que la FIFA ha organizado. En este torneo únicamente han participado 77 países de los 208 afiliados, pero solo 7 países han sido campeones del mundo. (Brasil 5 campeonatos, Italia 4, Alemania 3, Argentina 2, Uruguay 2, Inglaterra 1, Francia 1).

Entonces hay algo que pudiera parecer anormal. En una distribución normal, cualquier representativo nacional tendría un 0.48% (1/208) de probabilidades de ser campeón del mundo. Pero la realidad ha sido otra:

El 3.3% (7/208) de las selecciones competidoras ha ganado el 100% de los campeonatos.

Evidentemente estamos ante un caso típico de distribución totalmente asimétrica del éxito, o para decirlo en términos económicos, ante un caso de indicadores de desigualdad extrema.

Pero así suelen ser los deportes, la distribución de los éxitos y de los ingresos nunca tiende a la igualdad, a la distribución normal. Porque precisamente el sistema competitivo de cualquier deporte es diseñado para separar a “los fuera de serie” del rebaño. Es sintomático que la paga mensual de una estrella del futbol europeo sea mayor a la nomina total de varios equipos de una liga nacional de medio pelo.

En la mayoría de los deportes, esta asimetría del éxito ha representado un serio impedimento para globalizar la afición a los mismos. En Estados Unidos, las ligas de futbol americano y de basquetbol tratan de resolver localmente la concentración de éxitos, mediante un sistema en el cual los equipos recientemente perdedores tienen derecho a elegir a los jóvenes más prometedores entre las ligas universitarias. Con ello se asegura algún reciclaje que mantenga interesado al mayor número de aficionados en diversas ciudades.

Lo anterior no puede hacerse a nivel mundial. Creo que pasaran muchos años antes de que selecciones futboleras como Japón, Costa Rica, Costa de Marfil, y otros, puedan ganar un campeonato mundial.

Pero los directivos de la FIFA son verdaderos genios para los negocios, y han logrado que la exponencial afición mundial a este deporte tenga poco que ver con la calidad y el historial de éxito en el mayor número (201) de selecciones nacionales, o con la esperanza de triunfo para sus respectivos aficionados.

¿Cómo lo han logrado?

Aquí deduzco tres (entre seguramente muchas) respuestas:

1.- El torneo se realiza cada 4 años, tiempo suficiente para que cada federación nacional recomponga la ilusión, o apueste al olvido generacional.

2.- Se ha incentivado la preeminencia de una nueva especie en el ecosistema futbolero: el aficionado puro. Quien sin prácticamente haber jugado, pueda construirse una mitología desde la comodidad del sillón. Por lo anterior resulta ya irrelevante para el negocio, que existan países deficientes en la producción de buenos equipos y jugadores, siempre y cuando produzcan entusiastas aficionados.

3.- La FIFA ha sido reticente para incorporar nuevas tecnologías que eliminen el azar y la discrecionalidad en las decisiones arbitrales. El trasfondo pareciera entonces, que este binomio justicia-injusticia en el terreno de juego permite polémicas, desahogos, y cegueras. Cosas que sabemos, no hacen sino incentivar a la afición, y robustecer a la comentocracia y al negocio.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 04 de Julio de 2010)

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