domingo, 26 de septiembre de 2010

La responsabilidad empresarial


La ética y la responsabilidad social no son “otro asunto más” respecto a las organizaciones, los negocios o la administración; se trata de temas que han venido a ser un campo reciente y profuso en las discusiones académicas desde las escuelas de administración y de ciencia política.

Constituyen también una tarea no resuelta en muchas de las empresas y gobiernos que hoy conocemos. Por ello es deseable ―y urgente― contextualizarlas.

Henry Mintzberg (En Mintzberg on management, inside our strange world of organizations Mc Gill University, The Free Press, Canadá, 1989) aborda la responsabilidad social empresarial desde un pragmatismo incluyente, como una serie de respuestas conceptuales a la pregunta ¿Quién debería controlar a la corporación?

Justifica entrar por esta puerta dialéctica al afirmar un hecho notorio: las corporaciones están convirtiéndose en un animal social cada vez más dominante, acumulando poder y recursos en su entidad, y paradójicamente, su propiedad accionaria (que no su control), está fragmentándose. De ahí la pertinencia del cuestionamiento inicial.

Desarrolla para ello ocho perspectivas, ubicándolas en un espectro conceptual que denomina (y grafica) como herradura, donde los extremos suponen un control desde radicalismos ideológicos, y el centro una especie de dejar hacer y dejar pasar.

Confiar en la buena voluntad de los directivos como credo; estas personas serán capaces de lograr un equilibrio adecuado entre los objetivos sociales y económicos.

Nacionalizar, dejar el control último en manos del gobierno es la única manera de lograr que la corporación persiga objetivos sociales públicos.

Restaurar el control directo de los accionistas minoritarios para que no vacilen en la consecución de objetivos económicos privados.

Democratizar, abrir el gobierno de la gran corporación con muchos propietarios a todos los grupos afectados (stakeholders).

Regular, premisa implícita de que sólo al estar sometidos a controles gubernamentales los directivos de la corporación (y ella misma) atendería objetivos sociales.

Presionar, donde una sociedad vigilante e incluso activistas sociales se aseguran de que la corporación cumpla los fines sociales.

Inducir, proporcionando incentivos económicos para fomentar la solución de los problemas sociales.

Ignorar, postura que sostiene que todo este debate resulta innecesario, ya que una especie de mano invisible garantiza que la corporación actúe de una forma socialmente responsable.

Mintzberg considera estas posturas como una cartera de alternativas pragmáticas, donde circunstancial y deliberadamente varias de ellas se aplicarían. Personalmente propone un modelo ―no necesariamente secuencial, aclaro― de aplicación de posturas: confiar y presionar, tratar de democratizar, regular e inducir siendo necesario, y nacionalizar o restaurar cuando sea indispensable, pero nunca ignorar.

(Fragmento de mi ensayo “Ética y Responsabilidad Social Empresarial. Reflexiones y Perspectivas” Publicado en The Anáhuac Journal Oxford University Press 2006)

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