martes, 30 de marzo de 2010
James Bond no existe
Agitado, no revuelto. Instruía al barman.
Siempre leal a la corona británica y a los trajes de Savile Row, desde el maniqueísmo hollywoodense salva al mundo del enemigo en turno.
Entrenado para optimizar decisiones y para maximizar resultados; frio y racional. Sí con licencia para matar, pero también con dispensa para su única debilidad. Seducir, o dejarse hacerlo por la protagonista.
Sabemos todos que el agente 007 no existe, pero parece que la ciencia económica apenas viene percatándose de ello.
Dan Ariely, Amos Tversky, Daniel Kahneman, y Vernon Smith, (los dos últimos ganadores del premio Nobel de economía en 2002) han demostrado que, en contradicción a los postulados que cimentan el edificio teórico de la economía neoclásica ortodoxa, los seres humanos no estamos dotados de un pensamiento racional probabilista, o de un comportamiento optimo en condiciones de incertidumbre.
(Como ejemplo, le pido al lector recuerde la escena de la película No Country for Old Men, donde Anton Chigurh-Javier Bardem le otorga a un hombre la posibilidad de no asesinarle según salga cara o cruz en una moneda)
Esta tan humana condición, introduce serios cuestionamientos, por ejemplo, al dogma de los mercados eficientes, donde se da por hecho que los participantes actuarán racionalmente porque es lo mejor para ellos, y que una serie de incentivos alineados necesariamente conducirá a la desaparición de sesgos en la toma de decisiones, o que una manera eficaz de medir el riesgo de algún instrumento de inversión es conociendo su volatilidad expresada mediante la desviación estándar.
Pensemos que nuestro cerebro no es una maquina de procesamiento central, sino que reacciona, juzga, y elige tomando en cuenta el contexto, la experiencia previa, y la seriación de los eventos. Es factible que alguien prefiera las manzanas a las naranjas, las naranjas a las fresas, pero también las fresas a las manzanas.
Lo mismo, alguien cuyo saldo en inversiones es de un millón de pesos, después de haber ganado dos millones y perdido uno; es menos feliz que alguien que solo gano un millón y lo conservo sin especular, aunque ambos tengan la misma riqueza neta.
Detengámonos un momento en la razón por la cual las perlas negras son costosas, no es que sean escasas, solamente que quienes las comercializan nos anclaron en la idea de catalogarlas como joyas, al exhibirlas siempre entre piedras preciosas, y en los cuellos de pretenciosas divas.
Piense también en los diamantes, cuyos yacimientos mundiales exceden cualquier demanda, sin embargo al ser su producción controlada por un monopolio mundial, (De Beers) la oferta se va dosificando según demográficamente aparezcan enamorados dispuestos a pagar meses de sueldo por un anillo de compromiso.
Esta nueva rama de la economía tiene nombres diversos: economía conductual, finanzas conductistas, o neuroeconomics. Proporciona herramientas para entender el llamado efecto manada, la moda de apostar ignorantemente en ese gran casino llamado Forex, la exuberancia irracional que Alan Greenspan alertaba, y el génesis de las burbujas bursátiles e hipotecarias.
El porqué diablos, tantos y con tanto; fueron engañados recién por Bernard Madoff y por Allen Stanford, o en el siglo pasado, por Charles Ponzi y sus fraudulentas pirámides bostonianas.
(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 28 de Marzo 2010)
Etiquetas:
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