lunes, 26 de julio de 2010
México de Noche
Más o menos son dieciséis. Digo, se hizo lugar común que neurobiólogos, sicólogos cognitivos, pedagogos, terapistas de parejas, mercadólogos, y uno que otro astrólogo, anuncien que los humanos tenemos varios (tipos de) cerebros.
Uno reptílico instintivo, otro masculino en el hemisferio derecho, uno femenino en el hemisferio izquierdo, un cerebro córtex racional, uno analítico que ve solo arboles, otro sistémico que sí ve el bosque; y hasta uno supuestamente conectado “en línea directa con las revelaciones cósmicas”.
Además diversas inteligencias: la inteligencia emocional, la interpersonal, la introspectiva, la social, la kinestésica, la inteligencia intuitiva; y así, hasta la llamada inteligencia ecológica.
Claro que estoy bromeando, pero el recuento lo hago después de darle una revisitada a los textos de Kahneman, de Gardner, de Hughlings, de Ariely, de Goleman, de Lindstroom, de Gladwell; y ya entrado en el cotorreo, hasta a los de ese autor quien aseguraba que algunos somos de Marte, y otras son de Venus.
Resulta que cada autor lleva agua al molino de su especialidad, y que la multiplicidad de cerebros e inteligencias es solo una manera accesible para explicar mediante compartimientos ficticios algo de suyo tan complejo.
Pero, ¿Por qué estoy escribiendo esto?
Ya me acorde: porque esta columna no tiene un hilo deductivo, de lo general a lo particular. Tampoco inductivo, del árbol al bosque. Es abductiva. Con indolencia (prima aristócrata de la simple flojera) brincoteo por algunos temas, al tiempo que escucho México de Noche del gran Bebu Silvetti, con el Mariachi Vargas de Tecalitlan
Dice Gilles Lipovetsky en su libro La Era del Vacio:
“Por otra parte el posmodernismo, lejos de exacerbar las exclusiones y engendrar el sectarismo, tiene efectos inversos, la personalización desmantela los antagonismos rígidos. El laxismo sustituye al moralismo y al purismo”
Cierro la cita, y me acuerdo de Bernardo Bertolucci, de su Último Tango en Paris. Un verdadero tratado sobre la soledad, la desesperación, la necesidad, y el fuerte vínculo basado en el sexo anónimo: María Schneider, y Marlon Brando en la cima de su carrera.
Gabriel Careaga en su libro Mitos de la Clase Media en México, afirma: “En los próximos años, dentro de la sociedad mexicana de clases, la vida será dura y conflictiva entre sus miembros en busca de poder, prestigio, o trabajo; ya que la competencia y el arribismo darán origen a una lucha sin cuartel; la ambición, la simulación, y el cinismo serán tales, que no se detendrán ante nada para conseguir sus propósitos”
Aquí traigo también a la ficción hoy superada por la angustiante realidad. Al Tony Montana de Brian de Palma, flotando inerte en esa fuente que, con intermitente neón insiste: “El Mundo es Tuyo”
Por su parte, Paul Krugman nos dice en su ensayo Un País no es una Empresa: “Los principios generales sobre el manejo de las finanzas gubernamentales son diferentes de aquellos métodos que se aplican en los negocios. Hay dos cuestiones que diferencian lo empresarial de lo gubernamental. En relación al primero, los empresarios tienden a ver el mundo como una contabilidad desde su empresa, que compra, vende, crece, o se achica. En cambio, la acción de gobierno debe concebir sistemas donde en definitiva, la prevención de conflictos colectivos este presente”
Bueno, aquí no necesitamos recurrir a Hollywood. También Milton Friedman afirmó:
“Las habilidades y conocimientos necesarios para invertir dinero propio en beneficio propio, obviamente no son las mismas requeridas para captar dinero público y asignarlo en bienes colectivos que produzcan beneficios sociales”
(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 25 de Julio de 2010)
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miércoles, 21 de julio de 2010
El Senador Beltrones
Poco antes de los recientes cambios en el gabinete, el Presidente Calderón invitó al Senador Beltrones a Los Pinos.
A la salida un reportero pega el micrófono en el rostro del Senador, y quizás soñando con esas ocho columnas, ahora tan dadas a ser confeccionadas desde cualquier entrevista banquetera, le espeta:
Senador, ¿Está usted buscando la presidencia?
La respuesta de Beltrones es una cátedra, desde ese colmillo discursivo que ya pocos príistas contemporáneos tienen.
“No la ando buscando porque nunca se me ha perdido”
Genial.
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domingo, 18 de julio de 2010
Crudos, pobres, y en caída libre
Polémico, provocador, amado y odiado. Pero siempre influyente entre quienes mueven los hilos de las finanzas mundiales.
Como sucede con los buenos profesores, sus alumnos le han salido respondones. Agustín Carstens, Paco Gil Díaz, Ernesto Cordero, y Guillermo Ortiz le enmendaron la plana cuando dijo que el manejo de la crisis económica en México había sido deficiente. Una discusión, por lo demás compleja, donde la simplificación mediática siempre estorba.
No pegué el ojo esta noche. Llegué de Gandhi y ya me quemaba en las manos el nuevo libro del Nobel de economía Joseph Stiglitz: “Caída Libre. El Libre Mercado y el Hundimiento de la Economía Mundial”
Stiglitz diserta acerca de la recesión estadounidense desde su posición de estudioso y experto en historia y manejo de crisis económicas.
Crisiólogo, como él mismo se define, fija posiciones, deslinda responsabilidades, desmenuza causas profundas, y expone los cadáveres de la codicia y de la irresponsabilidad en Wall Street, cuyos “magos” de las finanzas desaparecieron el conejo y hasta el sombrero de por lo menos 27 millones de estadounidenses que perdieron casa, ahorros y empleos.
Fiel a su estilo, Stiglitz utiliza un tono didáctico que privilegia la claridad conceptual. Para un lector no especialista es relativamente sencillo entender cómo y porque durante la reciente década el sistema financiero norteamericano fue construido sobre el cimiento de incentivos perversos, riesgo moral, utilidades ficticias e inmediatistas, recompensas excesivas, y problemas de agencia.
Reconstruye el proceso con el cual los grandes bancos abandonaron su negocio básico, (captar dinero del ahorrador para prestarlo con bajo riesgo a empresas productivas) para meterse a especular con operaciones en bonos basura, hipotecas riesgosas, y derivados exóticos.
Como una vez que les amaneció la borrachera, defendieron con la mano derecha el paradigma de escasa regulación para un libre mercado, mientras con la mano izquierda cobraron los multimillonarios rescates del gobierno.
Pero el libro no es un índice de fuego únicamente para los banqueros, Stiglitz desentraña el ambiente festivo que permitió al típico hogar estadounidense acumular más de 6 tarjetas de crédito con saldo deudor promedio de 9,000 dólares. Y como los organismos reguladores desde el gobierno hicieron la vista a un lado mientras personajes como Bernard Madoff y Allen Stanford asaltaban, no en despoblado, sino en impecables oficinas, o a bordo de yates y aviones privados.
En sus propuestas, Stiglitz afirma que es tiempo de reformar el estudio y la enseñanza de la ciencia económica, pues en su opinión, ahora para decirse economista basta con ser porrista del libre mercado, y soltar alegatos seudo-empresariales con la superficialidad y escasez conceptual de un preparatoriano.
En otros capítulos aborda las asimetrías en la información que impiden las hasta hoy inasibles eficiencias que el fundamentalismo del mercado ha venido prometiendo.
Revisa los instrumentos disponibles en la política monetaria de los países y bloques económicos desde el original ángulo de la insuficiencia operativa.
También, critica a las calificadoras de riesgo, quienes entraron a la fiesta, cuando debieron estar cuidando la puerta.
Un libro que, como mencioné al principio, nos deja temas para la discusión, para la polémica, y que nos advierte sobre el gran problema de nuestros tiempos: La verdadera crisis no es económica; es ética, es moral.
(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 18 de Julio 2010)
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domingo, 11 de julio de 2010
Porque tú lo vales
No, no se equivoca. Es la frase con la cual L’Oréal introdujo su tinte en el mercado americano. Una historia interesante, o por lo menos entretenida. Hacia mediados del siglo XX las mujeres irrumpieron en el mercado de trabajo, lucharon por su emancipación social, consiguieron el voto, y gastaron millones de dólares para teñirse el pelo.
Pero fue Clairol quien cambio aquel cavernario paradigma de hace 50 años, donde una mujer con cabellera teñida forzosamente tendría una moralidad dudosa.
Así las cosas, el primer comercial televisivo de esta compañía (hacia los años 60’s) tuvo que mostrar a una dulce ama de casa preparando la cena, mientras una voz en off preguntaba sobre su cabello: ¿Lo hace o no lo hace?
En su ensayo “Rubias, un viaje por la modificación del Yo”, el antropólogo Grant McCracken afirma que existe una tabla periódica de las rubias. Desde la explosiva Marilyn Monroe, la radiante Goldie Hawn, la descarada Candice Bergen, la peligrosa Sharon Stone, la inocente Doris Day, hasta la fría Marlene Dietrich.
Pero bueno, como me cuento entre esos muchos hombres que no ostentan algún doctorado en mujeres, y difícilmente podría presumir soltura para hablar de, o incluso con, rubias, trigueñas, y pelirrojas, es hora de aterrizar en el más reciente libro de Malcom Gladwell. Editado por Taurus, su titulo es “Lo que vio el perro y otras aventuras”.
Para quienes han leído a Gladwell las recomendaciones sobran. Para quienes no, solo apuntar que es un autor que desentraña fenómenos sociales contemporáneos armado con una artillería de inteligentes preguntas y originales abordajes. Después de presentar argumentos producto de una investigación extensa y puntillosa, nos sorprende y nos asombra con la frescura, con la agudeza de sus conclusiones.
Gladwell nos muestra los entretelones de la industria cosmética sí. Pero también nos lleva a cuestionar, por ejemplo, si la famosa quiebra de Enron fue explícitamente un engaño, porque a diferencia de los enigmas, donde la información es opaca por culpa del emisor, este caso puede calificarse como misterio, pues tiene más que ver con la ignorancia o pereza del receptor.
Vale recordar que los informes anuales de Enron eran apretados volúmenes de 20,000 cuartillas, donde los detalles financieros acerca de sus 3,000 compañías subsidiarias, más que ser escasos, eran abrumadores.
Curioso que ninguno de los miles de inversionistas que luego se llamaron engañados, se haya percatado que desde 1998 un grupo de seis estudiantes de contabilidad en la Universidad de Cornell puso en la primera hoja de su tesis final sobre Enron el lapidario título de “Vendan sus acciones”.
¿Recuerda usted los programas de ventas por televisión? Aquellos donde las operadoras nos están esperando y el llame ahora se repite cual mantra budista. Gladwell nos introduce a este curioso mundo, de la mano de la historia de la familia Popeil.
Cuatro generaciones de inventores de artefactos para el hogar. Pero sobre todo, sagaces vendedores ambulantes. Geniales merolicos que desde la humildad de las ferias de pueblo pasaron a la riqueza que proporciona poseer un canal de televisión que ha vendido un millón de dólares por hora, en aparatos para ser delgado, exprimidores de fruta, parrillas para asado, y planchas mágicas.
No cometeré la imprudencia de decirle porque el libro se llama Lo que vio el perro… pero si le invito a comprobar cuan divertido es descubrirlo.
(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 11 de Julio de 2010)
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martes, 6 de julio de 2010
El Mundial según San Mateo
“Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.”
Mateo. Cap. 25 Vers. 25-30
Se le ha llamado “El efecto Mateo”. Y es un término utilizado frecuentemente en sicología, sociología, educación, y deportes.
Hace alusión a que los aprendizajes tempranos y los éxitos iniciales, generalmente dan lugar a posteriores logros que incrementan consistentemente la brecha entre quienes ganan y quienes pierden.
Tocado por el ambiente futbolero, navego por las estadísticas de los 19 mundiales que la FIFA ha organizado. En este torneo únicamente han participado 77 países de los 208 afiliados, pero solo 7 países han sido campeones del mundo. (Brasil 5 campeonatos, Italia 4, Alemania 3, Argentina 2, Uruguay 2, Inglaterra 1, Francia 1).
Entonces hay algo que pudiera parecer anormal. En una distribución normal, cualquier representativo nacional tendría un 0.48% (1/208) de probabilidades de ser campeón del mundo. Pero la realidad ha sido otra:
El 3.3% (7/208) de las selecciones competidoras ha ganado el 100% de los campeonatos.
Evidentemente estamos ante un caso típico de distribución totalmente asimétrica del éxito, o para decirlo en términos económicos, ante un caso de indicadores de desigualdad extrema.
Pero así suelen ser los deportes, la distribución de los éxitos y de los ingresos nunca tiende a la igualdad, a la distribución normal. Porque precisamente el sistema competitivo de cualquier deporte es diseñado para separar a “los fuera de serie” del rebaño. Es sintomático que la paga mensual de una estrella del futbol europeo sea mayor a la nomina total de varios equipos de una liga nacional de medio pelo.
En la mayoría de los deportes, esta asimetría del éxito ha representado un serio impedimento para globalizar la afición a los mismos. En Estados Unidos, las ligas de futbol americano y de basquetbol tratan de resolver localmente la concentración de éxitos, mediante un sistema en el cual los equipos recientemente perdedores tienen derecho a elegir a los jóvenes más prometedores entre las ligas universitarias. Con ello se asegura algún reciclaje que mantenga interesado al mayor número de aficionados en diversas ciudades.
Lo anterior no puede hacerse a nivel mundial. Creo que pasaran muchos años antes de que selecciones futboleras como Japón, Costa Rica, Costa de Marfil, y otros, puedan ganar un campeonato mundial.
Pero los directivos de la FIFA son verdaderos genios para los negocios, y han logrado que la exponencial afición mundial a este deporte tenga poco que ver con la calidad y el historial de éxito en el mayor número (201) de selecciones nacionales, o con la esperanza de triunfo para sus respectivos aficionados.
¿Cómo lo han logrado?
Aquí deduzco tres (entre seguramente muchas) respuestas:
1.- El torneo se realiza cada 4 años, tiempo suficiente para que cada federación nacional recomponga la ilusión, o apueste al olvido generacional.
2.- Se ha incentivado la preeminencia de una nueva especie en el ecosistema futbolero: el aficionado puro. Quien sin prácticamente haber jugado, pueda construirse una mitología desde la comodidad del sillón. Por lo anterior resulta ya irrelevante para el negocio, que existan países deficientes en la producción de buenos equipos y jugadores, siempre y cuando produzcan entusiastas aficionados.
3.- La FIFA ha sido reticente para incorporar nuevas tecnologías que eliminen el azar y la discrecionalidad en las decisiones arbitrales. El trasfondo pareciera entonces, que este binomio justicia-injusticia en el terreno de juego permite polémicas, desahogos, y cegueras. Cosas que sabemos, no hacen sino incentivar a la afición, y robustecer a la comentocracia y al negocio.
(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 04 de Julio de 2010)
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