lunes, 12 de abril de 2010

Dinero, drogas, y orgullo


Dan Ariely es profesor de Neuroeconomía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. En columnas anteriores he recomendado su libro Predictably Irrational. (Publicado en México con el titulo Las Trampas del Deseo)

El capitulo cuatro es fascinante, pues aborda el conflicto que existe entre las normas de intercambio social y las normas de intercambio mercantil. Reproduzco un ejemplo que el autor utiliza para explicarse, y luego expongo algunas conclusiones y opiniones encaminadas al tema de las drogas.

“Un amigo mío de Miami acompaño en cierta ocasión a un agente de la guardia costera estadounidense. El agente llevaba un fusil AK-47 y no había duda que podía disparar a cualquier lancha cargada de droga. Pero, ¿lo había hecho alguna vez? Le pregunto. Nunca, respondió. De hecho, confesó, existía un pacto implícito: los federales estadounidenses nunca disparaban si los narcotraficantes no lo hacían, pues dijo, su salario no era tan bueno como para arriesgar la vida (Quizás por esto nunca se oye hablar de tiroteos en la llamada “guerra contra las drogas” estadounidense)”

Una aclaración: la inferencia y el entrecomillado en el paréntesis anterior no son míos, son del propio Ariely.

Mis conclusiones: los seres humanos funcionamos con dos chips distintos según el tipo de incentivos que recibimos. Podemos trabajar altruistamente, pero nunca abaratar nuestro trabajo. Tampoco entregamos esa pasión o hasta el heroísmo en nuestras labores únicamente por dinero, sin tener acceso a recompensas como el honor, el reconocimiento social, el orgullo profesional, y el sentido de pertenencia.

Es evidente que los soldados, los marinos, y los policías de elite mexicanos no arriesgan su vida en la lucha contra el crimen organizado por una paga mensual, lo hacen por honor, por pertenencia, por orgullo.

Por eso me preocupa este mundo al revés, donde el reconocimiento social y mediático se les regatea, donde políticos y hablantines apuran para que las fuerzas armadas abandonen las calles, mientras que paralelamente creció toda una corriente de permisividad y subrepticia exaltación social del crimen.

No soy reportero, así es que me resulta difícil juzgar la calidad o la pertinencia de la reciente entrevista que don Julio Scherer presentó, pero no pude dejar de sentirme como si leyera una de aquellas que Mario Vázquez Raña le hacía a Echeverría. Con abrazo incluido y el culto a la personalidad en primera plana.

Tampoco pretendo una apología de la estrategia gubernamental en la guerra contra las drogas; pues me resulta confuso explicármela con tanto mexicano muerto. Mientras que en EUA, que es el mayor mercado mundial, el consumo, la distribución, y hasta el blanqueo son solapados.

Actualmente se discute si es preferible legalizar las drogas, y dedicar cuantiosos recursos para prevenir y desincentivar su consumo. He notado que ese argumento confunde a muchas personas.

Legalizar las drogas nunca será lo deseable; pero sin que alguien pueda garantizarlo, algunos afirman sería ya lo menos peor, dada la situación actual en términos de adicción, volumen económico, demanda, sangre, balas, e impactos mediáticos.

Pero no hay que engañarnos, en el caso que la droga se legalice, el crimen organizado explotará (ya lo hace) y seguramente acrecentará otras industrias ilegales, el secuestro, el robo, la trata de humanos, la pornografía infantil, el fraude, la extorsión, y el terrorismo.

Entonces la lucha que libran las fuerzas armadas mexicanas es una guerra contra el crimen organizado, es una guerra que debe librarse en tanto la droga es ilegal, y que debe ir contra cualquier poder criminal que amenace la razón de ser de un Estado. Es una guerra para que el Estado Mexicano pueda garantizarnos el monopolio de la violencia.

Mucho ayudaríamos los ciudadanos si, independientemente que los narcóticos sean ilegales o legales en el futuro, persistimos en reprobar socialmente al crimen organizado, siendo intolerantes con toda esa retorcida mitología de éxito socioeconómico que le rodea.

Nuestro himno nacional no dice “Un sicario en cada hijo te dio”

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 11 de Abril 2010)

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