jueves, 24 de febrero de 2011

Se busca niñera


Quizás pueda nombrársele infantilismo social, pero mucha gente se siente ya incapaz de auto controlarse.

Asumir la responsabilidad de controlar los propios actos pareciera que ya no se hace necesario. Vea usted como hoy abundan las teorías que pretenden disculparnos del peso responsable de la libertad en cuanto se nos hace fastidioso.

Así, la responsabilidad puede ser repartida entre los padres, con la genética, con la educación recibida, con la situación económica, con cualquier circunstancia que - ¡ni hablar!- “quedó fuera de nuestras manos”.

Las empresas están aprovechando esta confusión, y en el futuro veremos más productos donde el usuario “subcontrate” o delegue el autocontrol. Un automóvil que no pueda ser conducido por alguien borracho, o tarjetas de crédito que se auto bloqueen cuando el usuario sobrepase algún límite parcial, digamos en un casino. Se llaman productos niñera.

Vivimos en sociedades donde todos somos culpables de todo, pero nadie es responsable principal de nada.

Me gusta el sencillo ejemplo que Fernando Savater ofrece al respecto:

“Supongamos una mujer cuyo marido emprende un largo viaje, la mujer aprovecha esta ausencia para reunirse con un amante, de un día para otro el marido desconfiado anuncia su regreso y exige la presencia de su esposa para recibirlo en la estación de tren. Para llegar a ella, la mujer debe atravesar un bosque donde se oculta un temible asesino. Asustada, pide a su amante que la acompañe, pero este se niega por temor a enfrentarse al marido. La mujer solicita entonces la protección del único policía en el pueblo, el cual también le dice que no puede ir con ella, ya que debe atender con idéntico celo al resto de los ciudadanos. Acude pues a diversos vecinos y vecinas, quienes también rechazan acompañarle por miedo o pereza. Finalmente la mujer emprende el viaje sola, y es asesinada por el criminal en el bosque”.

Pregunta: ¿Quién es el responsable de la muerte de la mujer?

Savater dice que cuando cuestiona con este hipotético ejemplo a sus estudiantes de ética, obtiene respuestas de todo tipo. Hay quienes culpan al marido por su intransigencia, o al amante por su cobardía, al poco profesionalismo del guardia, al mal funcionamiento de las instituciones a cargo de la seguridad, a la escasa solidaridad de los vecinos, a la posible falta de oportunidades en la etapa formativa del asesino, incluso a la inconsciencia de la propia asesinada.

Pero, sigue diciendo Savater; pocos, muy pocos, suelen responder lo obvio: que el Culpable (con mayúscula de responsable del crimen) es el asesino mismo, el que mató a la mujer.

Reflexiono sobre este ejemplo, y es obvio que Savater no apuesta a un análisis simplista. Por supuesto que las sociedades como agrupaciones humanas que son, dan lugar a fenómenos y problemas multifactoriales, donde no existe “una solución optima” para la perspectiva de todos y cada uno de quienes las integramos.

Creo que Savater nos advierte sobre este nuevo fenómeno que mencioné al principio: Sociedades compuestas por individuos que claman por niñeras. A quienes les estorba, y desean pues “subcontratar” el autocontrol que precisa la libertad de elegir.

Sociedades donde es políticamente incorrecto señalar con certeza al, o a los culpables de algo.

Sociedades donde la retórica convenenciera de poderes fácticos, o la falta de entrenamiento en procesos de razonamiento lógico de las mayorías poco alfabetizadas, hacen que sigamos extraviados en lo insustancial.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 20 de Febrero de 2011)

domingo, 13 de febrero de 2011

De parvadas y manadas


Que nadie se llame engañado. Desde el nombre, Twitter tiene algo de parvada, de manada. Ortega y Gasset estaría feliz.

Si Orson Welles fue el tiburón radiofónico que agitó el mar de la opinión pública con su narración de La Guerra de los Mundos, hoy las redes sociales son confluencia de riachuelos habitados por cardúmenes, efímeramente aglutinados por la carnada de un Trend Topic.

Desde hace semanas estoy en Twitter como @hhramos. Tengo ya algunos “seguidores”. Por ello me urge liberarme de esta anacrónica acepción: En la era pre-tuitera “ser seguido” significaba un motivo de alarma, una narrativa de la persecución, quizás de la paranoia.

He reflexionado algunas cosas gracias a Twitter, por ejemplo, tenía la duda si el consumo masivo de nota roja y amarilla era atribuible mayoritariamente a la oferta disponible en los medios de comunicación tradicionales; hoy las redes sociales demuestran que este consumo es realmente “prosumo” (Alvin Toeffler dixit) donde todos somos productores, oferentes, demandantes, y difusores, por igual.

Creo también que las redes sociales son campo fértil para el “Radicalismo Chic” Aquel término que acuñó el periodista estadounidense Tom Wolfe, (y que con su sabrosa ironía, Carlos Monsiváis ejemplificó para México en su libro Amor Perdido)

Radical chic es quien apasionadamente hace suyas causas políticas, sociales y hasta ecológicas, todas ellas tan relevantes, tan urgentes como ávidas de compromisos radicales, indiscutibles e indiscutidas; solo porque están de moda, o porque parecen ascender a sus activistas y seguidores en la escalera del reconocimiento social, en el supuesto lustre intelectual.

Un ejemplo sería el tercer despido en la trayectoria laboral de la conductora Carmen Aristegui. Hace 4 días miles de tuiteros eran #Aristegui, y todo, si, todo México perdía con su despido, con “Ese artero ataque a la libertad de expresión, ordenado por un dictador alcoholizado que nos debía la comprobación de su inocencia” Un día después, el tema candente era un encuerado en la cancha de futbol.

Claro que no todo es sombrío entre tuiteros. Tampoco creo, como escribió Ciro Gómez Leyva, que Twitter sea un callejón entre luminoso y oscuro donde uno debe internarse con linterna y afilada navaja. Hay lugar para la inocencia y para la ingenuidad, por ejemplo la de algunos políticos que retuitean afanosamente los saludos y felicitaciones de amigos y colegas, o los comentarios y notas adversas a sus rivales.

The Wall Street Journal dice que esta red social vale diez mil millones de dólares, y que empresas como Facebook y Google estarían dispuestas a pagarlos. Pero Twitter, como negocio, es todavía una promesa, que no ha encontrado una manera convincente de generar utilidades suficientes para asegurar el retorno sobre la inversión.

Según investigadores de Wharton University: Twitter se enfrenta a una serie de problemas empresariales interrelacionados. ¿De qué manera podrá Twitter ayudar a las empresas a generar un nivel de participación del consumidor que convierta el servicio en una herramienta útil de marketing y de atención al cliente? ¿Cómo podrá Twitter transformar todo eso en una estrategia factible de generación de ingresos que lo beneficie? Descubrir un modelo de éxito para Promoted Tweet es uno de los problemas que la empresa tendrá que resolver.

Con todo, he decidido seguir activo en Twitter, pues esta red social es también una herramienta que me hace posible el acceso instantáneo a las investigaciones en curso de las principales escuelas de negocios, me permite seguir las opiniones de los personajes públicos que fijan la agenda en cuestiones económicas, y además, me mantiene “en línea” con mis amigos, de quienes siempre aprendo mucho, ahora también en 140 caracteres.

Twitter/hhramos

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 13 de Febrero de 2011)