martes, 28 de septiembre de 2010

Semana de placeres


Umair Haque, profesor en Harvard y nuevo gurú de la estrategia corporativa en un mundo hiper conectado por las redes sociales, afirma que el periódico matutino impreso está condenado a desaparecer.

Estoy de acuerdo. Pero no será con esta generación.

Durante mis recientes vacaciones, disfruté recibir tempranito, todos los días, la edición impresa (y ricamente olorosa) de The Wall Street Journal en la habitación, súmele usted un café robusto, recién hecho, mas mi ineludible cigarro rojo; y pues… Umair Haque: coincido en un 95% con tu prospectiva. Pero lo siento, en medios impresos lo que hoy llamas anacronismo para muchos seguirá siendo placer.

Al margen: Una de las confusiones típicas cuando se analizan las graficas de series de tiempo, es equiparar la estacionalidad con la tendencia. Digamos que es un error amateur de interpretación estadística. Lo digo porque han circulado diagnósticos hechos sobre las rodillas acerca de una minusvalía estructural de la industria automotriz y de sus redes de proveeduría en Coahuila.

Según un estudio publicado el pasado lunes por WSJ, 16 de cada 100 automóviles nuevos en EUA, son adquiridos por personas mayores de 65 años. Y si durante la peor parte de la crisis, las ventas estadounidenses de automóviles nuevos cayeron de diez a siete millones anuales, para 2018 la demografía y el incremento en la media de los ingresos poblacionales marcan una tendencia que llevaría a las armadoras automotrices a servir una demanda sostenida anual de 15 millones de vehículos nuevos.

Son muy buenas noticias para la estrategia de fomento económico en Coahuila, en Guanajuato, en Puebla, y en Sonora.

Ya de regreso, y para aprovechar las horas de vuelos, cargué con “La libertad de ser distinto” el nuevo libro de Oscar de la Borbolla.

Otra vez al margen: No he podido evitar quedarme con “el ojo cuadrado” las muchas ocasiones que he visto cuando personajes como Hernán Lara Zavala, Jorge Volpi, Pedro Ángel Palou, y el propio de la Borbolla; saludan con alegre camaradería de colegas y atienden con atento respeto de pares, a intelectuales laguneros como Jaime Muñoz Vargas, Edgar Salinas, o Gilberto Prado; mientras ignoran con desdén a toda una tropa de escritores-wannabe y funcionarios de la burocracia cultural que van rogando por algún fugaz gesto de reconocimiento en los pasillos de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.

Ahora bien, Oscar de la Borbolla se ha convertido en el símbolo contemporáneo de que el pensamiento filosófico puede ser expresado con una deslumbrante narrativa. No deseo hacer aquí una reseña del libro, pero si transcribir un par de párrafos que nos hacen hermosos guiños desde su perfecta prosa.

Sobre el olvido: “El olvido es un territorio inmenso donde las cosas mueren por segunda vez y tan silenciosamente que ni siquiera nos dejan en situación de duelo… Un día uno se despierta sin ellas y no lo nota ni se vuelve a acordar de que estuvieron. El olvido es la experiencia más común y corriente que tenemos para entender la Nada”

Sobre la especialización: “Especializarse no es meterse en un círculo vicioso, sino en un remolino que envicia… Cada quien consigue, a lo mucho, medio especializarse en su propia vida. Yo por eso he metido más remolinos a la mía, y conozco de varias turbulencias… Doy de vueltas en torno a tantas cosas, tengo varios amores simultáneos, unos muchos futuros recorridos a medias, y unos pocos pasados que todavía me alcanzarán para algo”

En la próxima columna… Prometí a Marcela Moreno; amiga, cinéfila, y jefaza de La Opinión Milenio, escribir sobre otro de mis remolinos, la literatura cinematográfica. Entretanto, de Jean-Luc Goddard: “La fotografía es verdad. El cine es verdad 24 veces por segundo”

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 26 de Septiembre de 2010)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Money Never Sleeps


Dicen que está de regreso…

Digo que nunca se fue.

Por cierto:

Conviene precisar la diferencia entre codicia, avaricia, y ambición.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La responsabilidad empresarial


La ética y la responsabilidad social no son “otro asunto más” respecto a las organizaciones, los negocios o la administración; se trata de temas que han venido a ser un campo reciente y profuso en las discusiones académicas desde las escuelas de administración y de ciencia política.

Constituyen también una tarea no resuelta en muchas de las empresas y gobiernos que hoy conocemos. Por ello es deseable ―y urgente― contextualizarlas.

Henry Mintzberg (En Mintzberg on management, inside our strange world of organizations Mc Gill University, The Free Press, Canadá, 1989) aborda la responsabilidad social empresarial desde un pragmatismo incluyente, como una serie de respuestas conceptuales a la pregunta ¿Quién debería controlar a la corporación?

Justifica entrar por esta puerta dialéctica al afirmar un hecho notorio: las corporaciones están convirtiéndose en un animal social cada vez más dominante, acumulando poder y recursos en su entidad, y paradójicamente, su propiedad accionaria (que no su control), está fragmentándose. De ahí la pertinencia del cuestionamiento inicial.

Desarrolla para ello ocho perspectivas, ubicándolas en un espectro conceptual que denomina (y grafica) como herradura, donde los extremos suponen un control desde radicalismos ideológicos, y el centro una especie de dejar hacer y dejar pasar.

Confiar en la buena voluntad de los directivos como credo; estas personas serán capaces de lograr un equilibrio adecuado entre los objetivos sociales y económicos.

Nacionalizar, dejar el control último en manos del gobierno es la única manera de lograr que la corporación persiga objetivos sociales públicos.

Restaurar el control directo de los accionistas minoritarios para que no vacilen en la consecución de objetivos económicos privados.

Democratizar, abrir el gobierno de la gran corporación con muchos propietarios a todos los grupos afectados (stakeholders).

Regular, premisa implícita de que sólo al estar sometidos a controles gubernamentales los directivos de la corporación (y ella misma) atendería objetivos sociales.

Presionar, donde una sociedad vigilante e incluso activistas sociales se aseguran de que la corporación cumpla los fines sociales.

Inducir, proporcionando incentivos económicos para fomentar la solución de los problemas sociales.

Ignorar, postura que sostiene que todo este debate resulta innecesario, ya que una especie de mano invisible garantiza que la corporación actúe de una forma socialmente responsable.

Mintzberg considera estas posturas como una cartera de alternativas pragmáticas, donde circunstancial y deliberadamente varias de ellas se aplicarían. Personalmente propone un modelo ―no necesariamente secuencial, aclaro― de aplicación de posturas: confiar y presionar, tratar de democratizar, regular e inducir siendo necesario, y nacionalizar o restaurar cuando sea indispensable, pero nunca ignorar.

(Fragmento de mi ensayo “Ética y Responsabilidad Social Empresarial. Reflexiones y Perspectivas” Publicado en The Anáhuac Journal Oxford University Press 2006)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Seldon tampoco pudo


“Uno de los secretos vergonzosos de la economía es que no existe una teoría económica… Un conjunto de principios fundamentales en los cuales basar cálculos que iluminen los resultados del mundo real… (A diferencia de las solidas teorías de los químicos y de los físicos) Los economistas no tienen nada parecido. Los principios económicos que respaldan sus teorías son un fraude: no son verdades fundamentales, sino meras (aproximaciones) que se ajustan para que del análisis resulten las conclusiones adecuadas”

¡Tómala! Lo anterior fue escrito y publicado por un doctor en economía. Por Bradford DeLong. Profesor titular en Chicago y Berkeley; ex Secretario Adjunto del Tesoro de los EUA, y serio candidato para el premio Nobel.

DeLong tiene razón. Pero opino que su conclusión proviene de una premisa errónea. Digamos que es la clásica respuesta correcta a la pregunta equivocada. A continuación apoyo mi argumento, citando varios nombres y algunas referencias. Por razones de espacio no puedo abundar sobre cargos académicos y bibliografía. Si alguien desea referencias precisas, escríbame un correo.

Se le ha llamado “la envidia a la física” Warren Bennis decía que los científicos sociales (ej. economistas) desearían tener las herramientas que las científicos naturales (ej. físicos) sí pueden permitirse.

Digamos que a nivel física newtoniana la teoría sería deterministica, es decir la relación causa-efecto es lineal y susceptible de ser representada con un modelo perfecto. Pero ya a nivel física cuántica, la teoría es probabilística, (conviene aquí recordar el principio de incertidumbre de Heisenberg).

Por eso, cuando Einstein exclamó Dios no juega a los dados, Niels Bohr le respondió: ¡Deje de decirle a Dios lo que tiene que hacer!

Fabrizio Ferraro lo dice de otra forma: “La mayoría de los escritos académicos de los economistas no son ni positivos (así son las cosas) ni normativos (así deben ser las cosas). Son simplemente herramientas conceptuales que aportan una descripción próxima, en todo caso útil para desentrañar fenómenos sociales acotados en el tiempo, y siempre limitados en la circunstancia”

Clayton Christensen lo expresa así: “Una teoría es buena en tanto sus fundamentos no estén basados únicamente en correlaciones matemáticas de variables elegidas, sino cuando está basada en relaciones causales susceptibles de ser refutadas”.

Nicholas Taleb quien se considera a sí mismo un empirista escéptico afirma que los economistas y los financieros sobreestiman (mos) el valor de las explicaciones racionales y las correlaciones sobre datos del pasado, infravalorando el peso de la aleatoriedad en esos datos.

Kahneman, Smith, y Stiglitz han demostrado que la racionalidad económica no existe. Krugman, Ostrom, y Williamson devolvieron a la economía a su condición de ciencia social, nunca ciencia exacta.

Entonces, ¿De dónde diablos saca Bradford DeLong que la economía debiera o pudiera tener una teoría unificada que permita iluminar los resultados en el mundo real?

La economía es una ciencia social, donde el observador modifica lo observado, donde no puede existir la experimentación “in vitro”, donde tampoco son posibles las autopsias de cadáveres económicos.

En la economía existen las expectativas irracionales, los equilibrios suboptimos, las profecías auto-cumplidas, las asimetrías de la información, y los mercados imperfectos. ¿Cómo entonces puede tenerse una teoría fundamental que explique; y aun mas, pueda predecir el comportamiento humano a nivel individual o agregado?

Simplemente no se puede, y aquel economista que juega a las predicciones; o es astrologo, o se cree adivino.

Quizás, como lo escribió Isaac Asimov en su legendaria serie de ciencia ficción Fundación e Imperio dentro de 20,000 años existirá un científico social como su personaje Hari Seldon, quien mediante la psicografía intentaba predecir el futuro de la humanidad correlacionando matricialmente los eventos en millones de galaxias.

Pero quienes leyeron esta saga, seguro recordarán al Mulo.

Seldon tampoco pudo...

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 12 de Septiembre de 2010)

martes, 7 de septiembre de 2010

200 años de negocios en México


Hace un mes estuve revisando los documentos “La formación de los economistas en América Latina” y “La enseñanza de la economía en México” ambos estudios publicados durante 2009 por el Banco Interamericano de Desarrollo.

El tema no es menor. Según el estudio “Los cambios de la elite del poder en México” publicado por el Instituto de Investigaciones Matemáticas de la UNAM; desde hace 28 años, como mínimo veintisiete de cada cien puestos en el llamado Gabinete Ampliado (secretarías, subsecretarías, empresas paraestatales, y organismos de regulación gubernamental) han sido cubiertos por economistas formados inicialmente en México, aun cuando el 32% de estos funcionarios cursaron posteriormente estudios de posgrado fuera del país.

Durante el sexenio del Dr. Ernesto Zedillo el 45% de los miembros del gabinete fueron economistas.

Quise tener una panorámica, y saber con precisión, a detalle, cuales son las teorías y los enfoques que terminan construyendo el paradigma ideológico-profesional de estos economistas, quienes han dirigido y dirigen el aparato gubernamental federal.

Vale leer estos estudios. Es notorio, por ejemplo que todos los programas utilizan los mismos textos de cabecera, digamos Dornbusch, Mankiw, Romer, Sachs, Varian, Friedman, Wooldridge. Se extrañaría, por ejemplo, a Amartya Sen, a Dani Rodrik, a Kahneman, a Elinor Ostrom, a Douglass North, a Buchanan, o al propio Krugman.

Pero bueno… en una licenciatura de cuatro años resulta imposible retacar de lecturas al estudiante promedio. También, me llamó la atención que, salvo el ITAM (22%) y la UNAM (38%) la generalidad de los programas de estudios dediquen menos del 20% de su currículo al estudio de la Historia Económica.

A quien le interese revisarlos, los tres estudios están disponibles en Internet. Y aunque ya me eche media columna, quiero escribir también acerca de un documento que será ya consulta obligada respecto a la historia económica; mejor dicho, sobre la verdadera historia de los negocios en México.

Me refiero a la próxima edición especial de Expansión: “200 años de negocios en México” Una publicación de aniversario donde el equipo editorial de mi querida amiga Bárbara Anderson, Directora General de CNN-Expansión, hace un magnifico recuento de las empresas, de los empresarios, y de los 100 libros de economía y negocios más relevantes en este bicentenario.

Muy orgulloso estoy de ver reconocidas en esta publicación a dos empresas laguneras de clase mundial: LALA y Peñoles.

A un gran empresario, de los forjadores de nuestra región: Don Juan F. Brittingham.

Y entre los libros de consulta obligada, tres textos del Doctor Mario Cerutti, a quien recordamos haciendo mancuerna aquí en la Ibero Torreón con el Doctor Sergio Antonio Corona Páez, en el pasado Congreso de Historia Económica.

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 05 de Septiembre de 2010)

Hoy Mexicana de Aviación


Tomada mientras hacíamos el carreteo.
Cortesía de A. Burillo