lunes, 10 de mayo de 2010

Aquella gente sólo se moría de vieja


Las afecciones cardíacas son la principal causa de muerte en los llamados países desarrollados. El sedentarismo, el tabaquismo y las dietas altas en grasa y azúcar resultan ser un explosivo coctel para el corazón.

La afirmación anterior es cierta, pero no es la única. Como lo descubrió Stewart Wolf, médico estadounidense que durante años investigó el estilo de vida de los habitantes de Roseto, un poblado en la zona montañosa de Pennsylvania, donde no existen casos de problemas cardiacos.

Buscando aislar las relaciones causa-efecto. En principio Wolf estudió, sin éxito, factores particulares en la alimentación local, (inmigrantes italianos en su mayoría, los rosetianos comen grasas y azúcares, fuman y toman vino de mesa en mayor cantidad que la media poblacional).

Después, investigó el aire montañoso, la genética de los pobladores, y muchas otras condiciones ambientales. Cada vez más asombrado, se percató que en Roseto no había suicidios, alcoholismo, drogadicción, y apenas delincuencia, tampoco ulceras pépticas, Aquella gente sólo se moría de vieja.

En sus conclusiones ante una escéptica comunidad científica, Wolf afirmó que la variable clave para explicar la fortaleza y salud de los habitantes en esa ciudad era algo que hoy ya tiene nombre. Se llama cohesión social.

Los rosetianos se visitaban unos a otros, se paraban a platicar en la calle con sus vecinos; la participación en asociaciones cívicas y religiosas era la norma, el respeto a los viejos, mujeres, y niños, algo natural. Así como una serie de redes de apoyo para ayudar al vulnerable, y desalentar alardes ofensivos del privilegiado.

Wolf descubrió que para comprender la salud o enfermedad en una persona, es necesario mirar más allá del individuo. Comprender los valores sociales y culturales del grupo al cual pertenece, entender el imaginario colectivo de la ciudad donde vive, sus reglas de convivencia, los principios de la actuación ciudadana, y de la calidad de gobierno. Incluso la disposición urbana, y los espacios de interacción social en su entorno.

La cohesión social importa. Los sociólogos la denominan “capital social”. Define el grado y la efectividad en la sociabilidad de un grupo humano en un territorio determinado. Sus componentes son las redes sociales, las reglas y normas de convivencia efectiva, y el grado de confianza mutua. Tres elementos difíciles de definir y de medir, pero fáciles de observar y de sentir.

Los economistas (premios Nobel incluidos) hoy se han dado a la tarea de construir indicadores más efectivos para medir el desarrollo económico, el bienestar y el avance social. El viejo PIB es necesario, pero ciertamente ya resultó insuficiente como métrica económica.

¿Qué mata la cohesión social en una ciudad? ¿Qué factor enferma la convivencia en un territorio urbano?

La impunidad principalmente. El caos, el coraje, y la tristeza que son provocados cuando no son respetadas las reglas mínimas de convivencia, y no existe castigo ejemplar para el delincuente o para el trasgresor.

La cohesión social muere cuando aquel dicho popular es una realidad. Donde el que “transa” (o mata, o roba, o trafica, o asalta, o secuestra, o extorsiona) es el único que “avanza”.

Afortunadamente para nuestra región, algunos actores privados y políticos, ya tienen claro, y en su agenda, los conceptos de vanguardia mundial: Cohesión Social, Gobernanza, Ciudadanización, Métricas de Desempeño y de Buen Gobierno, Capacidades Competitivas del Territorio, Convivencia Segura, Sustentabilidad, e Inclusión.
(Con datos de “Outliers, Story of Success” M. Gladwell. 2008)

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 09 de Mayo de 2010)

miércoles, 5 de mayo de 2010

¿Qué estoy leyendo? (2)


A Andrés Roemer lo he visto en las tres últimas Ferias del Libro en mi querida Guadalajara. Lo recuerdo también como un buen esgrimista intelectual en aquel programa televisivo “Entre lo Público y lo Privado” con Katia D´Artigues.

Serán dos años ya, que la Ibero Torreón lo trajo a dar una conferencia para los chavos en su Semana Universitaria. Me invitaron a comer con él, muy infortunadamente me la perdí, pues estaba yo viajando a Mérida.

Pues bien, estoy leyendo ahora “Derecho y Economía: Una Revisión de la Literatura” editado bajo los sellos del ITAM, El Fondo de Cultura Económica, y el Centro de Estudios de Gobernabilidad y Políticas Publicas A.C.

El compilador es justamente Roemer. Instalado él, en su menos conocida faceta: la académica. Con curriculum arrollador incluido. (Economista por el ITAM, Abogado por la UNAM, Maestro en Administración Publica por Harvard, y Doctor en Política Publica por Berkeley)

El texto es una colección de ensayos donde se analizan las normas y ordenamientos jurídicos como lo que finalmente resultan ser en el plano positivo: Incentivos para los agentes económicos.

Del análisis económico del derecho, han derivado frases ya muy populares, (como aquella de ponerle “dientes” a una ley para incentivar su cumplimiento; o también, la comprensión del cálculo mental que hace algún eventual delincuente ante la probabilidad de ser aprehendido y sentenciado)

No es un libro que pueda leerse de un tirón, sino una especie de buffet "nouvelle cuisine", que debiera abordarse con gula sí, pero también con la calma del sibarita.

Deliciosas por ejemplo, las relecturas de “Crimen y Castigo” de Gary Becker, de “El Problema del Costo Social”, y de “La Naturaleza de la Empresa” de Ronald Coase, o de “Buena Economía-Mal Derecho” de James M. Buchanan.

Desearía poder invertir en la compra de cientos de ejemplares de este libro.

¿Qué haría con ellos?

Los regalaría a algunos (muchos) senadores y a diputados. Nada más para insistirles que el mérito de las leyes no reside en proponerlas, o en su caso aprobarlas; sino en diseñarlas de tal manera que se cumplan, y que redunden en políticas públicas de largo aliento.

lunes, 3 de mayo de 2010

¿Tiene personalidad Torreón?


Estoy en el aeropuerto releyendo en un número anterior de Milenio Semanal una crónica-guía para viajar a Medellín Colombia. El autor advierte que las emociones fuertes ahora van por cuenta del viajero, pues la ciudad ya no es más un “sicariato”. Medellín ha cambiado su personalidad, afirma el texto.

Llego a casa, y vuelvo a leer aquel post en Ruta Norte (“Somos pubertos” agosto 2007) donde Jaime Muñoz Vargas bromeaba sobre la personalidad de los países.

Así, China es una anciana sabia, Estados Unidos un adolescente loco y bravucón, Canadá es un joven gay emancipado. España es la tía mas linda de Europa, que suele pasársela borracha y sin sostén. Francia es una treintañera divorciada, muy respetada en el ámbito profesional. Alemania es un camionero, e Italia es una viuda rica, con dos hijos monaguillos, San Marino y El Vaticano.

Por mi parte, he pensado desde hace años, que Monterrey es un cuarentón trabajador y avaro, que recién agarra un segundo aire y se interesa en la cultura y en la bohemia. Guadalajara es la mujer mas hermosa de México, culta, educada, y bien vestida, pero tan alivianada, que con elegancia puede terminar la noche desayunando tortas, ahogadas en chile y en shots de tequila.

Torreón es un joven empeñoso, pero poco cosmopolita aun, que sin acabar de decidir su vocación, quiere entrarle con ganas a proyectos importantes.

Pero el concepto de “personalidad” de un país o ciudad, no es algo que sirve únicamente para bromear. El doctor Richard Florida, un urbanista y economista que dicta cátedra en Stanford, Rotman, y Oxford, ha investigado el tema durante los últimos 20 años. También, el Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO) en su ranking 2010 sobre la competitividad de las ciudades, empieza ya a incorporar algunos elementos que definen la manera territorial de ser y de competir, desde planos cualitativos y hasta emocionales.

Florida, en su nuevo libro “Las Ciudades Creativas” (Paidos-Empresa 2009) afirma que, a diferencia de nuestros antepasados decimonónicos, que en promedio viajaban únicamente 30 kilómetros a la redonda de su lugar de origen, los hombres del siglo XXI tenemos la mayor movilidad geográfica en la historia.

Este fenómeno da como resultado que la vanguardia económica, cultural, científica, y hasta social venga concentrándose en un puñado de urbes mundiales. En ciudades creativas que atraen el capital, el talento, la tecnología, y la diversidad necesaria y suficiente para florecer, avanzar, competir, y ganar.

Para Florida, una de las decisiones mas importantes es la elección de la ciudad donde estudiar, trabajar y vivir, (tan importante como cual carrera estudiar, o con quien casarse). Pues existe una geografía de las vocaciones profesionales.

Un top-ten, por ejemplo, para un ingeniero informático (Silicón Valley, Bangalore); para un publicista (Madison Avenue en Nueva York), y para un actor, (Hollywood, Broadway).

Así, las ciudades ya no compiten únicamente con capacidades estáticas, (Tierra, Costos, Infraestructura, etc.) sino también con capacidades dinámicas, (Talento, Ciencia, Buen Gobierno, Tolerancia a la Diversidad, Oferta Cultural y Educativa, Vida Nocturna, Espacios Recreativos, entre otros).

Existe pues, una geografía competitiva de la felicidad, del desarrollo económico, y de la innovación, donde Torreón está jugando, nos percatemos de ello, o no…

(Publicado en La Opinión Milenio. Domingo 2 de Mayo 2010)